miércoles, 24 de junio de 2009

La aberración a la incertidumbre

Es de conocido encomio aquella sentencia de que el hombre teme a lo desconocido y a eso que teme tiende a eliminarlo. En ocasiones se utiliza este proverbio para hablar de las situaciones en que las personas prefieren hacer desaparecer u ocultar las cosas que se salen de su campo de experiencia, desde el matar un insecto desconocido hasta el atacar o discriminar costumbres que le parecen extrañas.

Podemos decir que estos son el tipo de aspectos más notorios de esta afirmación. Sin embargo, si buscamos el tipo de cosas de las que el hombre tiene conocimiento, podemos ver que son muy pocas en comparación con todos los enigmas que nos presenta el universo. Quisiera decir un ejemplo muy claro de esto, un elemento de una bastedad y ambigüedad tan grande a la que muchas veces nos oponemos de diversas maneras, a saber: el futuro.
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A lo largo de la evolución de las especies, estas se esmeran en lograr un lugar en la existencia. Luchando y adaptándose al medio logran lo que llamamos subsistencia. Al ser humano como especie y como ser individual no le es ajena esta tendencia. Y en su meta de persistencia busca controlar el medio que le rodea. El futuro que es un ente creado por su propia epistemología, representa enigmas irresolubles y por consiguiente es carente de posibilidad de control.

El control es un rasgo vital del acaecer humano, en sí: el arraigo de su pretensión de supervivencia. En la historia podemos ver surgir sistemas que buscan controlar los elementos volubles del entorno. La edificación de la civilización, se dice, parte del establecimiento de las leyes (vestigio más antiguo: el código de Hamurabi). Después de evitar que otros animales nos comieran, teníamos que evitar matarnos entre nosotros y mover esfuerzos para garantizar nuestra integridad física y poco después la de nuestros egos y sus extensiones (como las pertenencias personales). Así, poco a poco iría cobrando forma aquello a lo que llamamos gobierno, abstracción a la que solemos otorgar el sentido de controlar las variables indeseables que nos amenazan. De este modo tenemos la lucha contra el crimen para evitar que nos maten, roben o lastimen; la protección contra desastres naturales; las clínicas para garantizar nuestra salud física y mental.

Cuando algo falla solemos canalizar la responsabilidad de nuestras desdichas a ese sistema de gobierno que asumimos está para protegernos. Al final, ¿cuando los índices de delincuencia incrementan que no se dice que hay un aumento de la "inseguridad"? ¿Y en realidad que venden las aseguradoras sino seguridades preestablecidas?
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La incertidumbre afecta nuestra necesidad de control y de paso crea los dilemas existenciales en los momentos que tenemos que tomar decisiones. Hacer esto o lo otro. La pregunta por la mejor elección ¿que consecuencias habrá?
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No es raro entonces que la incertidumbre nos afecte. Religión, filosofía y ciencia han intentado dar explicaciones a los misterios del universo. Simbolizar al dios del trueno pudo haber sido un acto consolador para el hombre primitivo que impávido presenciaba fenómenos inalcanzables a su entendimiento. Nosotros nos le parecemos, pero ya no por el trueno. Tenemos nuestras propias incertidumbres en nuestra vida y de nuestra época.
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Baste hacer un énfasis en el futuro. El mañana es un velo oscuro sobre el que proyectamos nuestros anhelos y esperanzas. Lo único que puedo decir con toda seguridad sobre el futuro es que la mayor de las certezas que le tenemos es la incertidumbre.